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26 de mayo de 2015

Espíritu Santo:



Son muchos los nombres con los que te invoca la Iglesia, y nos cuesta comprender algunos de ellos. Eres el Abogado, el Consejero, el Defensor, el Paráclito, el Huésped del alma, el Amor divino, el Consolador.
Quiero acogerme a tu acción más íntima, a la que obras en el corazón, en el hondón del alma, con tus mociones consoladoras, las que además de conceder alivio en la prueba, indican el camino por el que seguir hacia la meta que tenemos como horizonte, Dios mismo.
Quizá sea por los acontecimientos sociales, que nos golpean constantemente, por las catástrofes naturales, y sobre todo por las que provocamos los humanos, especuladores de la pobreza y de la indigencia de los más débiles, por lo que nos entristecemos.
Quizá sea por los movimientos extremistas, reaccionarios, usurpadores del bien, de la verdad, de la bondad, de la paz, de la convivencia, imponiendo violentamente una forma de pensamiento totalitario, por lo que nos entra el miedo.
Quizá sea por el sufrimiento de tantas familias, de hogares rotos, de niños sin referentes entrañables, motivo de tanta soledad en el corazón humano, por lo que se nos nubla la mirada y perdemos la alegría.