La Providencia tiene muchos caminos
por los que provoca el encuentro del hombre con Dios, a veces, a costa
de un sufrimiento, un despojo, una muerte; en otros momentos por una luz
fascinante, una atracción amorosa, un descubrimiento de la verdad.
Un ejemplo, que hoy no es casual citar,
nos lo narra el mismo San Pablo, cuando se refiere al momento en el que
descubrió la verdad de Jesucristo, que le produjo un cambio total de
vida, y de perseguidor de los cristianos, se hizo el evangelizador de
los gentiles por antonomasia. Hoy precisamente es una jornada misionera.
Escuece el corazón cuando se descubre
que somos más sensibles para con Dios en los momentos de necesidad, que
en los favorables. Quizá por esta psicología, el Señor permite, en
ocasiones, que lleguemos a tocar la mayor intemperie, para que se
produzca en nosotros la reacción del retorno hacia Él, o la consolidación más profunda de nuestra pertenencia.
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