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5 de diciembre de 2013

Ir tan de pirisa en la vida...


Un joven y exitoso ejecutivo paseaba a toda velocidad en su auto Jaguar ultimo modelo, sin ningún tipo de precaución. De repente sintió un estruendoso golpe en la puerta, se detuvo y al bajarse vio que un ladrillo le había estropeado la pintura, carrocería y vidrio de la puerta de su lujoso auto. Se subió nuevamente, pero esta vez lleno de enojo dio un brusco giro de 180 grados; y regresó a toda velocidad al lugar donde había visto salir el ladrillo que acababa de desgraciar lo hermoso que lucía su exótico auto.

Salió del auto de un brinco y agarró por los brazos a un chiquillo, empujándolo hacia el auto estacionado le gritó a toda voz: "¿Qué rayos fue eso?, ¿Quién eres tú?, Qué crees que haces con mi auto?". Y enfurecido, casi botando humo, continuó gritándole al chiquillo: "¡Es un auto nuevo, y ese ladrillo que lanzaste va a costarte muy caro!, ¿Por que hiciste eso?".

"Por favor, señor, por favor. ¡Lo siento mucho!, no se que hacer", suplicó el chiquillo. "Le lancé el ladrillo porque nadie se detenía"... Las lágrimas bajaban por sus mejillas hasta el suelo, mientras señalaba hacia un lugar cercano del auto estacionado.

"Es mi hermano", Le dijo. “Se descarriló su silla de ruedas y se cayó al suelo... y no puedo levantarlo". Sollozando, el chiquillo le preguntó al ejecutivo: "¿Puede usted, por favor, ayudarme a sentarlo en su silla?, está golpeado, y pesa mucho para mi solito...soy muy pequeño".

Visiblemente impactado por las palabras del chiquillo el joven ejecutivo tragó grueso el taco que se le formó en su garganta. Indescriptiblemente emocionado por lo que acababa de pasarle, levantó al joven del suelo y lo sentó nuevamente en su silla; y sacó su pañuelo de seda para limpiar un poco las cortaduras y la suciedad que cubría las heridas del hermano de aquel chiquillo tan especial.

Luego de verificar que se encontraba bien, miró al chiquillo y este le dio las gracias con una sonrisa que no tiene posibilidad de describir nadie... "Dios lo bendiga, señor...y muchas gracias" le dijo.

El hombre vio como se alejaba el chiquillo empujando trabajosamente la pesada silla de ruedas de su hermano, hasta llegar a su humilde casita. El ejecutivo aún no ha reparado la puerta del auto, manteniendo la hendidura que le hizo el ladrillazo... para recordarle el no ir por la vida tan de prisa que alguien tenga que lanzarle un ladrillo para que preste atención.
Tu escoges: Escuchar el susurro... o el ladrillazo!

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué bella historia Magdalena! es cierto, a veces hace falta algo "fuerte" para que nos demos cuenta de muchas cosas que a diario nos pasan desapercibidas.
Voy a publicar tu premio ya!!! no me olvido y lo recibí con mucho cariño.
Qué bonita música...
Un beso!

FIBO dijo...

Una lección que deberíamos aprender todos.

Un saludo.

Norma Ruiz dijo...

Magda:
Lamentablemente a veces, escuchar el susurro... o el ladrillazo es una bendiciòn, y otras veces es un sufrimiento.
Una bella historia con una moraleja de enseñanza.
Besos

MariCarmenblogs.com dijo...

Muy linda historia, pueda ser que nos detengamos a tiempo y siempre para ayudar.
Abrazos.

Mª Carmen dijo...

Un relato precioso amiga, a veces llevamos tanta prisas en la vida que no vemos lo que tenemos alrededor .Ún placer visitarte.Besitosss.

Sor.Cecilia Codina Masachs dijo...

Muy buen relato. Pasamos por la vida sin ver las necesidades de los demás que nos gritan desesperados una ayuda, a veces es necesario dar un ladrillazo para que no se pierda lo que hay de bueno en cada uno de nosotros y que las prisas nos hacen ser olvidadizos.
Un beso de ternura
Sor.Cecilia

Rosario dijo...

Hola Magdalena: a veces escuchamos el ladrillazo en vez del susurro.
Gracias por tu compartir.
Dios te bendiga .
Un abrazo.

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